Cada vez son más frecuentes las familias que consultan porque sus hijos tienen dificultades de aprendizaje. El bajo rendimiento académico produce gran ansiedad y angustia familiar y tiene un impacto negativo en el area psicosocial del niño (autoestima, relaciones sociales…etc) que puede condicionar el desarrollo de diversas psicopatologías a largo plazo. Se estima que en torno al 20% de los niños presentan dificultades escolares o rinden por debajo de lo que potencialmente son capaces según su capacidad intelectual. Esta situación supone un desafío diagnóstico al enfrentarnos a un problema sin una frontera claramente definida, que engloba diversas especialidades relacionadas del ámbito de la educación, la pedagogía, psicología, neuropsicología, sociología, psiquiatría o neurología.
Actualmente, existe una tendencia generalizada a “medicalizar” los trastornos del aprendizaje y a simplificarlos de tal manera que casi siempre el motivo de consulta se relaciona con un posible trastorno por déficit de atención e hiperactividad (tdah). Sin embargo la realidad es mucho más compleja, un bajo rendimiento puede ser secundario a una gran variedad de causas médicas, psicológicas, emocionales, sociales o ambientales.
Conocer el contexto clínico y las variables particulares (nivel sociocultural, económico…etc) de las familias que tratamos resulta fundamental y pueden ser la llave a la hora de realizar una orientación diagnóstico-terapéutica.
Existen multitud de de situaciones “especiales” relacionadas con el ámbito emocional que pueden explicar un mal rendimiento académico. Algunas como el bullying o la superdotación intelectual han sido comentadas en este blog, sin embargo, nunca hemos tratado el rol que desempeña la estabilidad parental en el funcionamiento cognitivo de nuestros hijos.
Según el Instituto de Política Familiar Española (IPF), uno de cada tres matrimonios acaban en divorcio. La disolución del matrimonio o separación de los padres, es uno de los acontecimientos más estresantes para un niño en cualquier etapa (desde la infancia a la adolescencia). En la mayoría de las ocasiones sucede durante la fase de crianza de los hijos. Una etapa muy importante para su desarrollo neuropsicológicos y emocional, en la que las consecuencias directas de la separación y los daños colaterales generados (caos doméstico, apuros económicos, relaciones conflictivas entre los padres o el distanciamiento de uno de los progenitores), repercuten directamente en el desarrollo físico, psíquico y en el aprendizaje.
En estudios de seguimiento a largo plazo se ha visto que a los 10 años del divorcio, solo el 45% de los niños está bien. El resto está mal adaptado, tiene fracaso escolar o problemas sociales.
El 30% de los niños cuyos padres se divorcian necesitan tratamiento psicológico antes de llegar a la adolescencia, frente al 10% de los que viven con ambos padres. El intenso estrés que acompaña al proceso de divorcio actúa en muchos casos como factor desencadenante de psicopatología en los hijos. Es muy frecuente encontrar diversos cuadros de ansiedad, depresión y trastornos de conducta (comportamientos agresivos y /o antisociales, en el control de los impulsos), alteración en el rendimiento académico y múltiples síntomas psicosomáticosicos.
Evidentemente, la sintomatologia y su intensidad dependerán de las características particulares de cada familia, del propio niño y de la edad en la que se produce la separación de los padres.
En los niños más pequeños son frecuentes los trastornos del sueño, la irritabilidad y episodios de agresividad con padres y hermanos condicionados en gran medida por el miedo a ser abandonados. A medida que van creciendo aumentan los trastorno del estado del ánimo, las dificultades de aprendizaje y sintomatología funcional como cefaleas, dolor abdominales recurrentes…etc.
Una de las etapas de mayor riesgo es la adolescencia, si esta etapa es difícil en general, en situaciones de divorcio puede ser catastrófica. Existe riesgo de episodios depresivos con ideas o incluso intentos suicidas, trastornos de ansiedad e importantes problemas de comportamiento.
Uno de los principales problemas relacionados con la separación de los padres, es que sus consecuencias se van a mantener a los largo de vida y pueden condicionar la relaciones y el desarrollo global de nuestros hijos. Puesto que en muchas ocasiones no hay otra salida y la mejor solución es la separación, debemos al menos tener en cuenta aquellos factores sobre los que tenemos control y que pueden ser un factor de protección de cara los niños.
- Evitar al máximo la conflictividad marital. Debemos intentar mantener en la medida de lo posible (siempre hay excepciones) una reacción los más cordial posible buscando el beneficio de los hijos en lugar del nuestro.
Buscar la manera de interferir lo menos posible en el funcionamiento y organización de la familia (horarios, domicilio, colegio…etc) - Fomentar el mantenimiento de la relación de nuestros hijos con el progenitor que no tenga la custodia, independientemente de nuestras opiniones particulares sobre él o ella. No debemos instrumentalizar a los hijos contra el otro por el simple hecho de nuestras diferencias. Evidentemente, esta apartado es para situaciones normales en las que ambos padres dan el máximo a sus hijos y no existe abandono, negligencia o maltrato.
- Mantener el apoyo económico y emocional a los hijos por ambas partes.
Buscar el apoyo de otros miembros de ambas familia y de las personas que rodean a nuestros hijos (profesores y amigos)
- LA VOZ DEL NIÑO:
Cuando escuchamos a los hijos de padres separados, estos describen sentir una enorme impotencia ante su poca participación en la decisión de la separación. Se sienten inseguros y les cuesta adaptarse a las consecuencias de residir en dos hogares diferentes.
Aunque sean pequeños, demandan una explicación y que les hagan partícipes de la toma de decisiones. Los niños necesitan información clara y apropiada para su edad con respecto al divorcio.
El ajuste emocional suele producirse cuando la situación se normaliza y tienen sensación de estabilidad y continuidad debido a un ajuste parental positivo.
Es importante facilitar el contacto con el padre que no reside de manera habitual en el hogar familiar y buscar dentro de lo posible una relación parental “amistosa” que intente mantener las circunstancia de vida lo más parecido a la situación previa a la separación. Debemos brindarle la oportunidad de expresar sus emociones, proporcionarles seguridad y mantener sus rutinas.
Por último, debemos tener valorar detenidamente el momento óptimo para introducir a los padrastros. Éstos, deben ser presentados lentamente y aumentar su participación en la familia de forma progresiva. Su incorporación adecuada puede ser beneficiosa.
- LOS PROFESIONALES SANITARIOS
Los profesionales sanitarios tenemos el deber de orientar a la familias hacia una transición positiva y proteger a los menores para su adecuado desarrollo en todos los ámbitos de la vida. Un profesional adecuadamente formado debería proporcionar a los padres psicoeducación, y crear oportunidades para que los niños expresen y manejen sus emociones dentro y fuera del contexto de la terapia.
También debemos identificar las dificultades de ajuste de los padres y remitirlos cuando sea necesario a psicoterapia.
Por ultimo y para concluir, debido al incremento exponencial de separaciones y divorcios que hemos experimentado en los últimos años, debemos insistir en el desarrollo de políticas que honren la voz del niño. Políticas encaminadas a que los hijos ejerzan su derecho a ser consultados respecto a las decisiones relacionadas con el divorcio, así com o a tener un acceso razonable y apropiado a ambos padres. Para este fin, podría ser beneficiosa la implementación de políticas que estipulen la mediación obligatoria posterior al divorcio, la psicoeducación para los padres y garanticen el acceso de los niños a un posible asesoramiento profesional que les ayude a encontrar un adecuado equilibrio y felicidad en sus vidas.
Bibliografía
Garcia Ron A, Sierra Vazquez J. Dificultades de aprendizaje y fracaso escolar en situaciones especiales. An Pediatr Contin. 2010;8(4):217-20.
Mardomingo Sanz MJ. Separación de los padres. Efectos traumáticos en los hijos. An Pediatr Contin. 2012;10(3):142-7.