El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) se ha convertido en un problema de primer orden de Salud Pública. Es el trastorno Neuropsiquiátrico infantil más frecuente, con un aumento progresivo de su diagnóstico en los últimos años y por ende, con un número cada vez mayor de niños tratados. Este incremento ha sido tal, que lo ha situado en el disparadero de la opinión publica y se plantea la posibilidad de un sobrediagnóstico o al menos una falta de precisión en el mismo.
Está claro que es el trastorno del neurodesarrollo más frecuente y su prevalencia es alta. Sin embargo, también es cierto que se ha convertido en la explicación neurocognitiva de todo fracaso en la eficiencia para realizar y alcanzar las diversas exigencia académicas, sociales y laborales en todas las etapas de la vida, desde la infancia más precoz (preescolares) hasta la vida adulta, y esto le perjudica.
La gran variabilidad en el número de casos diagnosticados según las fuentes consultadas, los criterios diagnósticos utilizados o incluso la población que analicemos, unida a la carencia de un marcador biológico que establezca un diagnóstico definitivo del TDAH y lo deje a la interpretación subjetiva de la persona que lo realiza, contribuye a mantener al TDAH siempre bajo sospecha.
No me cabe la menor duda de que el TDAH existe y que bien diagnosticado, el tratamiento cambia para bien, la vida de estos niños y sus familias. Pero tengo que admitir que debemos establecer un adecuado protocolo de estudio y derivación de estos niños a unidades de Neurología o Psiquiatría infantil.
Solamente el 20-50% de los niños derivados a unidades de referencia por sospecha de TDAH, son finalmente diagnosticados de este trastorno, lo cual hace referencia a la existencia de un elevado nivel de sospecha en todos los ámbitos implicados en su detección. Estas cifras podrían estar condicionadas por el excesivo nivel de exigencia de la actual sociedad y la importante ansiedad que condicional el mal rendimiento académico en los padres de estos niños, unido al exceso de información (infoxicación), en ocasiones errónea, disponible online y la presión asistencial desmedida en Atención Primaria y que impide realizar un adecuado screening.
Por tanto, ante la llegada del nuevo curso escolar, debemos hacer una profunda reflexión sobre el tema y valorar las diversas competencias del niño de forma global, no solo en el ámbito académico, y hacer partícipes a los Servicios de Orientación de los colegios e institutos en el screening de los niños con Dificultades en el Aprendizaje, ya que existen otros Trastornos (Dislexia, discalculia, Trastorno de aprendizaje no verbal…etc), no solo el TDAH, que pueden ser responsables de las mismas, y con un adecuado diagnóstico se puede orientar mejor el tratamiento.

Bibliografía

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